martes, 13 de abril de 2010

¡Joder!

Una hoja de cuaderno doblada en dos, me esperaba detrás de una puerta que no habría hace unos cuantos meses. No era de sorprenderme la carta y mucho menos su contenido, pero vaya que hubo sinceridad.

“No se cuanto tiempo más voy a ser capaz de pedirte perdón, antes de que no signifique nada”.

Esas simples palabras solo me devolvieron el dolor que creía haber dejado en el diván, luego de unas cuantas sesiones, cuando realmente decidí enseñarle la verdad a mi terapeuta, psicólogo o como quieran llamarlo y tratar de poner fin a una relación que prometí que sería para siempre.

No más encuentros bajo una luna cómplice, ni llamados abreviados por un apuro culposo. Decidí que ya no quería ser enemigo del tiempo porque nadie es capaz de ganarle, por más tozudo que sea. Así lo resolví y quien estaba sentado frente al diván apoyó mi decisión. ¿Fácil? Para nada, pero ¿qué más podía hacer? Soy un humano más en este increíble mundo.

Me acosté con cuanta sonrisa se cruzó en mi camino, me enamoré de cada copa que tuve en mis manos y me abracé a cuanta almohada me despertara un domingo cualquiera. Poco a poco fui charlando con el tiempo hasta saberme su lenguaje. La soledad tenía las llaves de mi casa y mi terapeuta estaba siempre al otro lado del diván, para darme esas piernas que necesité más de una mañana para seguir aunque más no sea un día más.

Así fue que me volví a levantar. La disciplina de las obligaciones diarias cicatrizaron las heridas y el dolor volvió a su rincón, esperando a tener nuevamente su turno. Pero esta vez sabía que había perdido, al menos un round.

Pero las cartas no solo hablan con sus palabras, sino también con su perfume. Y ésta hizo que la escuchara mucho más allá de sus palabras.

Enciendo el equipo de música y ahí estaba Bob Dylan, con sus filosas canciones para desgarrar cualquier corazón, por duro que sea, o por diván que salga a defenderlo. Me recuesto en el sillón y apoyando la carta sobre mi pecho me voy de este mundo para volver a esos tiempos donde todo sabía prometedor e imposible de destruir.

Sin dudas, su perfume fue un golpe bajo, un disparo directo a las emociones y los recuerdos. Nadie sabía más que ella, a la hora de redactar una carta. Jamás pude encontrar algo de verborragia en sus verbos y eso era tan eficaz que podía matar todo tipo de pensamientos rebeldes.

Pensé que había podido terminar con ella. Pero sus “perdones” aún tienen valor para mí.

Quedamos en vernos la semana que viene.

¡Joder!

10 comentarios:

fea dijo...

Para pedir perdón, hay que mirarse...
... y creerse.

Anónimo dijo...

por que la semana que viene y no esta?

Anónimo dijo...

y de vuelta a lo mismo.

claudia dijo...

El eterno retorno de lo identico....

Anónimo dijo...

nunca escuchaste que el pasado es "pasado" , triste muy triste lo de usted

Anónimo dijo...

Hay Eli! Vuelta otros dos pasitos pa atras...pero quiero salvar de este escrito que sos un maravilloso poeta, empeza a usar esta veta que te queda de maravillas
tkm amigo mio... te espero pa mi cumple, me alegraste la tarde de un dia triste, nublado y el mas cansado de una semana infinita, gracias a tu llamado volvi a sonreir, cuidate ese corazon.
besos
Yo V

Anónimo dijo...

sos tan obvio ,que da lastima

Flor dijo...

El pasado sera pasado pero cuando esta bien metido adentro no hay manera de dejarlo en el pasado. Siempre habra una oportunidad para traerlo al presente.
Nueva lectora, me gusta como escribis.
Besos

guillote dijo...

que habra pasado la semana que paso? ja espero que haya salido bien...
saludos!!!

Anónimo dijo...

“No se cuanto tiempo más voy a ser capaz de pedirte perdón, antes de que no signifique nada”.