miércoles, 6 de mayo de 2009

La Chica Hamburguesa


Mis días como padre divorciado casi siempre terminan, o mejor dicho empiezan en Mc Donald.

Sí, Sí, ya se. Está muy mal. Los chicos no se alimentan bien, no es de lo más económico y tampoco ayuda al diálogo con mi hijo (ya que se enloquece en el pelotero). Pero es mi mejor opción para que él pueda descargar toda su energía en el patio de juegos. Por otro lado, ¿quién dijo que mi cocina es más sana que la de esta gente?

Claro, que como en todo, hay que saber mirar el lado positivo de esta situación. En el caso de mi hijo se socializa con otros niños, aprende a defenderse de gente nueva, forja su carácter y no se alimenta de comidas usualmente quemadas o pasadas de cocción.

En el caso de los padres, la cosa cambia. Un gran cartel invisible tenemos sobre nuestras espaldas que dice “Soy separado y busco amante y cocinera”. En lo posible todo en uno, al menos en mi caso.

Así que para aquellos que digan que comer en estos lugares de comidas rápidas es malo, les daría la opinión de mi cocina, lastima que no habla. Pero es ella quien sufre los atentados, cada vez que pretendo asociarme con ella para una deliciosa comida.

Hoy martes, y calculo que por ser un cliente fiel, una empleada con vestimenta distinta a las demás –y sin ningún anillo en su dedo anular- nos invita a conocer este lugar desde adentro.

- ¡Hijo, vamos a conocer la cocina de papá! –

Mi hijo me mira sin entender nada. Con 4 años, solo aceptó la propuesta.

Una vez dentro veíamos que todo estaba impecable. Las normas de higiene y seguridad, lejos estaban de parecerse a las de mi casa.

En el pequeño recorrido –ya que el lugar no era muy extenso- me percataba que las miradas y sonrisas, en cada uno de los comentarios que la joven hacía, indicaban que mis normas de seguridad estaban cayendo precipitadamente.

De repente, Paula –así lo indicaba una chapita en su camisa- comenzó a hacer unos silencios que me incomodaban. Lo pero es que creo que los disfrutaba. Me sentía vulnerable. Estaba sorprendido por la actitud de la guía. Nunca pensé que me estaba mirando con ojos de otra clase de cliente. Eso me tomó por sorpresa y me dejó tieso.

Ella siguió abusando de la situación y yo comencé a hacer comentarios tontos a mi hijo, y así tapar algunos huecos.

Por suerte el recorrido finalizó y mi hijo se hizo acreedor de una gaseosa y otro muñeco (ya habíamos almorzado cajistas felices).

Ella se acerca para saludarme con un beso en la mejilla, pero en el trayecto cambia de idea y se acerca a mi oreja.

-Más te vale que me dejes tu celular.

Fue un susurro, que lo disimuló muy bien mientras hacía una sonrisa típica de una madame de prostíbulo.

-Agradecidos por el recorrido, Srta Paula… -señalo el patio de juegos- estaremos un rato en aquel sector.

Una vez sentado, tratando de entender lo sucedido y más que nada mi actitud de hombre casado que no quiere problemas, observo como “La Chica Hamburguesa” vuelve al ruedo, ahora invitando a otros padres a realizar el recorrido. Recorre mesa por mesa, dejando la mía, para el final.

Apuré sus intenciones y empecé a revolver mis billetera. Solo encontré una vieja tarjeta de mi antiguo trabajo. Así que, taché los números viejos y dejé mi celular en la parte de atrás.

- Gracias, pero creo que ya hicimos ese recorrido.- Digo algo apurado mientras dejo sobre una esquina de la mesa, mi vieja tarjeta personal.

- No hagas que te llame. Me encantaría que estés en la puerta a las 8 en punto.

El resto del día, solo me concentré en pensar una coartada para que mi ex esposa, sin poner quejas, recibiera a mi hijo una hora antes de lo pactado.

Al acercase el inicio de clases y mi ex adivinar que mi llamado tenía fines, casi comerciales –ya que nunca llamo cuando estoy con mi hijo- jugó de mano su primera carta. Despotricó contra todos los gobiernos de turno, debido a las subas de precio en útiles escolares y ropa de ocasión para tal fin. Obviamente, no tuve otra opción que entregarme como un genio a su amo y ofrecerle el dinero en cuestión.

Ya más calmada, y entendiendo el juego, supo que una mano lava a la otra y dos la cara. Así es que Paula tenía a su príncipe azul –bastante desteñido-, en la puerta como lo había solicitado. Me sentía como un delivery de amor, o sexo, vaya a saber uno.

- ¡Por Dios! ¿Este pedazo de hombre está esperando por mí?

Le hago un símbolo de tamaño con mis dedos.

- Un pedazo así, diría yo.

Ambos largamos una carcajada y el poco hielo que quedaba de la relación, se esfumó.

- Ya veremos cuán modesto sos al hacer ese gesto.

Entramos al auto y pregunto hacia donde quiere ir.

- ¿Mi belleza te ha dejado tan tonto, que ya no recordás el camino a tu casa?

Por un momento me había olvidado que llevaba un cartel que decía “DD: divorciado desesperado”.

- Ponete el cinturón de seguridad, porque yo no pago multas de otros.

- A sus órdenes mi general – riéndose de su gastada.

- Paula, ¿no sos demasiado joven para tenerla tan clara?- Comento enojado porque, según las apariencias me llevaba como diez años menos y me estaba haciendo sentir que era la mujer de la relación.

- Puede ser, pero te aclaro una cosa. Mi nombre no es ese. Me llamo Laura.

Me quedo sorprendido mirándola. ¿A caso leí mal?

- No estás loco. Lo que leíste era Paula, solo que la empresa, cuando tiene dos personas con el mismo nombre de pila, rebautiza a la más nueva, en este caso, Paula.

En uno de los semáforos, se desprende el cinturón y toma mi arma por sorpresa. Luego siguió con mi boca, con la cual se detuvo, luego de recibir insultos y bocinazos de los conductores que estaban detrás.

Gracias a Dios que no hubo más semáforos hasta mi departamento. Subimos los dos pisos por escalera como pudimos. Éramos un solo nudo y ninguno se preocupaba por llegar. Cualquier escalón era bienvenido.

El hecho de buscar la llave, abrir la puerta -que tiene sus mañas- y encender las luces, calmó un poco el fuego que se estaba gestando. Mientras recuperábamos el aliento, tomamos distancia para reconocer nuestros cuerpos.

- Debo decirte que la vestimenta de tu trabajo, no favorece en nada tus curvas.

Ella abre la heladera como si estuviera en su casa, saca una botella de agua y comenta entre trago y trago.

- Las chicas decimos que la ropa parece diseñada por un novio celoso.

- Demasiado celoso, diria yo.

Le saco la botella y repito su ritual de tomar del pico.

- ¿Y vos? Trabajas en una empresa de software, ¿cierto? – mientras saca mi tarjeta de su cartera.

- Hasta hace algún tiempo, si.

Me hago el desinteresado y pongo el agua para tomar algo, pero la siguiente pregunta fue inevitable.

- Entonces, ¿a que te dedicas ahora?

- ¿Un par de besos y ya debo someterme a un cuestionario prematrimonial? ¡Esto si que es ir rápido!

- Tonto, solo me gusta escucharte. Ese tono porteño me mata.

Sabía que iba a seguir insistiendo. Pensé en cientos respuestas falsas. No quería que mi profesión de escritor, la flasheara y le hiciera creer cosas que no son (qué tendrá de raro o místico esta profesión, pero para bien o para mal, llama la atención).

- En verdad, realizo algunos trabajos para España vía Internet.

Ella pone cara de interesante y comienza a acercarse lentamente. Yo me doy vuelta y agarro el mate para prepararlo, aun sin saber si a ella le gusta.

- Mmm, No serás un integrante de la ETA, ¿cierto?

Comienza a respirarme en la nuca y yo me tiento por su chiste pelotudo.

- ¡Que boluda que sos! Me parece que las lombrices de tus hamburguesas te están haciendo alucinar.

- ¡Te descubrí! –grita agarrándome las bolas- ¡Sos el James Bond Argentino!

Los dos comenzamos a reir, pero ella sigue con su mano ahí.

- Será mejor que entregues tu arma.

- ¿Que la entregue o la deje caer?

- Solo apóyala en un lugar seguro – susura con voz de doblaje porno.

Dejamos la risa para otro momento, y fuimos directamente al dormitorio.

Lo que comenzó de una manera tierna, con el correr de los minutos, se convirtió en un salvajismo desmesurado.

- Estas sana- Digo agitado.

- Si lo decis por las hamburguesas, no.

Otra vez no pudimos evitar la carcajada.

- ¡Shh! Escucha. – le digo sorprendido.

- Que cosa, no siento nada.

No termina de decir eso, que se para en la cama horrorizada tirándome al piso y con las sabanas envueltas sobre su cuerpo.

- ¡No me digas que hay ratas! – Dice con una voz seca.

- No boluda, -agarrándome la cabeza- era mi erección que se fue con ese chiste pelotudo de las hamburguesas.

Ambos volvemos a la posición horizontal y me pide que la abrace. Aun le quedaba algo de miedo.

Luego de unos minutos de caricias y ronroneos, volvemos al ruedo.

- ¿En serio se fue tu erección? – dice con voz ratonera.

- ¿Te gustaría que la volvamos a llamar con mi boca?

- Eso sería una gran idea…

Finalmente, acabamos los dos mirando el techo. Ella busca un cigarrillo de su cartera y vuelve a la cama y también a las preguntas.

- Por cierto Bond, ¿qué hiciste con los forros saborizados de Coco y Vanilla?

- ¿Perdón? – digo entre asustado y enojado.

- Srta Laura, ¿hay algo que quiera contarme que yo no sepa?

Ella larga una carcajada y se ahoga con el humo del cigarrillo.

- Note asustes, solo quería saber que tan cierto era ese escrito tuyo en el blog.

¡Mierda! Cómo puta sabía de mí. Un solo libro hace más de un año y un blog personal, no hacen conocido a nadie. Las ventas del libro, solo me alcanzan para vivir casi dignamente. O sea que por plata tampoco.

- Ahora, decime con quién hice el amor, ¿con el personaje o con el escritor?

Sigo con cara de pánico. Ella se divierte de la misma manera que cuando me enseñaba la cocina de su trabajo. La estoy empezando a odiar.

- ¿Cómo supiste de mi?

- Con las chicas del trabajo siempre nos codeamos cuando llegabas con tu hijo. Un día pagaste con la tarjeta y nos quedamos con tus datos. Una de las chicas googleó tu nombre y desde entonces, en las juntadas leemos tus historias.

- Entonces todo esto…

- Sí, también es a pedido de ella. Acordemos que me encantás, pero resultaste ser tal cual tu personaje y eso hizo que no resultara difícil lograr el objetivo.

- Tenemos muchas preguntas que queremos hacerte, “Sr Escritor”.

- Nada de preguntas, son solo escritos. Lo que no hay en ellos, no lo vas a encontrar en mi cama.

- ¿Qué hay de “La Tejedora”? Ella si que te ha dado un revés. ¡Es nuestra Heroína!

La miro algo desorbitado ahora. Realmente estaba metiendo el dedo en el ventilador.

- La miro algo desorbitado ahora. Realmente estaba metiendo el dedo en el ventilador.

- Y si a las pruebas me remito, hay que tener ovarios para darte de tu propia medicina.

Como un boludo me enganché en su juego.

- ¿Te parece que me merecía eso?

Ella, simula que agarra un celular y habla con sus amigas “Chicas, ¡lo confirmé!”. Luego se me ríe en la cara con una alegría que parecía haberse sacado la lotería.

- ¡Te merecías eso y mucho más! Pero no lo escuché de tu boca. Es cierto, ¿existe?

- No solo existe, también escribe. Y muy bien por cierto.

- Entonces… -hace gestos de sacar cuentas- ¿ella es la misma que la del escrito “Taller Literario”?

- Creo que es hora de preparar un café bien negro.

Ella gritaba de alegría, estaba más que feliz, y no justamente por lo sucedido en la cama. Otra vez el personaje ofuscó al escritor.

Ya desde la cocina, le grito:

- No se por qué, comienzo a sospechar que este encuentro tiene olor a investigación privada.

- No te persogas, solo queremos saber más acerca de tus historias.

No quise ser descortés, pero algo ya me empezaba a molestar de ella y antes de apretar el botón eyector quería saber exactamente que era.

- De alguna manera seguís enamorado de “La Tejedora”, ¿cierto?

Ahí estaba la molestia. Sabía que en cualquier momento me iba a dar la estocada final.

Vuelvo a la cama con la bandeja y los dos cafés. Hecho edulcorante en el de ella y azúcar en el mío y le respondo,

- ¿Por qué debería responder a esa pregunta?

Ella pareció no escucharme. Estaba concentrada mirando el café con su mandíbula desencajada.

- Cómo carajo te animaste a poner edulcorante en el café sin siquiera preguntarme si tomo y cuánto.

No le doy importancia a lo que dice. En verdad poco me importaba, estaba enojado con ella por sacarme la ficha, y esa actuación de “soy genial” no me iba a comer.

- Ves, tenés esa cosa de papá. De protector, tu seguridad tu forma de actuar con nosotras. Estar en los detalles.

- Gracias por los elogios, pero creo que aun seguís enganchada con el personaje. Ese no soy yo.

- Sos uno solo, y sos especial.

Le hago caras de persona aburrida para que cambie de tema.

- A propósito, estudias psicología o periodismo.

Ella justo estaba tomando un buen sorbo de café y me levanta la mano haciendo un dos.

- Ya me parecía.

- ¿Te molestaría mucho dejar de seducirme? Soy pendeja pero no boluda. ¡No paras!

- Creo que te gustaría, en este momento, salir corriendo. Algo me dice que te estas enredando en tu propia red.

- Con tener el teléfono de la tejedora para que me salve, sería suficiente.

- Creo que esa llamada puede esperar todavía.

- Si vos lo decis…

Ambos dejamos las tazas en el piso y esta segunda vez, el romanticismo se impuso sobre el canibalismo. Quizá porque ya habíamos engañado al estomago y también al corazón.

Ya frente a su casa, le abro la puerta del auto para despedirla.

- Supongo que acá termina todo.- dice ella algo consternada.

- Supongo que sí – acariciando su rostro cabizbajo-… al menos así terminan mis escritos en el blog.

Me da un último beso, y con una mirada, lejos de ser la me acechó en su trabajo, me dice “adiós”.

Ambos retomamos nuestros caminos. Ella pone la llave en la cerradura y yo desde el auto, no puedo evitar contenerme. De alguna manera esa joven mujer, supo encontrar el escritor y al personaje en la misma cama. Y lo mejor de todo, es que supo como hacer para que yo no la convirtiera en una historia de más de blog. De verdad sentía que la quería.

- Por cierto, el martes le prometí a mi hijo llevarlo a ese lugar feo donde trabajas.

Ella seca sus lágrimas con su puño y se da vuelta sorprendida.

- Supongo que eso no es muy sano… para tu hijo.

- ¡La vida no es sana! Pero en este caso vale la pena, si el resultado es una hermosa sonrisa.

- Seguís haciéndolo, ¿sabías?

- Solo me dejo llevar por lo que siento.

- Mmm, ¿O estas buscando un remate para el final de tu próximo escrito?

Salto con la mano levantada como un chico que le pide a su maestra ir al baño porque se hace pis.

- ¡Yo, yo, yo!… Prefiero verte el próximo martes.

Ella se ríe con algo de bronca.

- Creo que estoy empezando a sentir la fuerza de ese mito llamado “La Tejedora”.

- La escritura me llama, es hora de irme.

Ella saca algo de la cartera y veo que sus intenciones no son buenas. Arranco y veo por el espejo que me revolea un muñeco de esas cajitas felices.

Trato de esquivarlo pero su puntería es excelente. Y se mata de risa.

2 comentarios:

oveja y negra dijo...

Yo amo las hamburguesas, una de vez en cuando, una vez al mes, no le hace mal a nadie.Besos.

Anónimo dijo...

Joder que imaginacion

Si si ya se, llego tarde
colgue...
dije despues paso y no pase
ahora vi una firma de alguien desconocido en mi ultimo post y dije...yo tenia...habia alguien que...y volvi a los brazos de Silvio(no a los de Emiliano) y te encontre...

un abrazo