sábado, 8 de agosto de 2009

Sabor Adolescente


Es viernes y luego de un corto pero intenso romance, me he quedado solo otra vez. No se si fue esa puta costumbre -diría Cacho Castaña- o qué, pero cuando me dispongo a amar a alguien, algo falla en la matrix. Algo asombroso pasa en este ecosistema de mujeres bellas y secretas. Como si algún código binario diera un error y de buenas a primeras, me quedo solo otra vez. Un maldito reset, otro más y ya empiezo a pensar que no es el software sino el hardware lo que esta fallando.
Lo cierto es que hacía mucho tiempo que no me enamoraba. Esta vez me dejé seducir por ese sentimiento tan sencillo como difícil, tan fácil de absorber pero difícil de digerir. Yo me aferré más a ese sentimiento que a ella. Y el diagnóstico dolió.
Una vez alguien me dijo que estaba destinado a deambular por el solitario camino del amor. Primero no le entendía, luego no quise creerle. Hoy es uno de esos días que le entiendo y le creo cada una de sus palabras. ¿Pero de qué sirve cuando el dolor está en mis entrañas?
Lo cierto es que el único remedio paliativo era salir. Y salí.
Llamé a mi amigo el Pela y lo llevé de prepo a ver una muestra fotográfica, en un hotel de Mendoza. Había degustación de vinos, tango en vivo, la muestra de fotos -obviamente- y muchas piernas de medias negras con zapatos con tacos COMO DEBEN SER.
El evento hubiese dado para una de las historias de este blog si no fuera porque me demoré comprando un pantalón y llegando dos horas tarde. Cuando entramos solo quedaban los restos de una velada que ya tenía sus parejas rodeadas de copas casi vacías. El Pela, feliz porque mis ganas se desvanecían y sus pretensiones de irse a dormir aumentaban, como un amigo de puta madre, y sabiendo que yo carecía de un hueco difícil de llenar, me invita a tomar un mojito con rabas a “348”, un bar que nos recomendó un viejo lobo de mar como el Seba.
La pasamos genial. La mesa 17 fue de las más reidoras de un bar que cada vez se llenaba más y más.

- Hora de irnos - le digo al Pela.

Recién pasadas las doce y por ser viernes, la jornada estaba cumplida. Lo dejo en su casa y prometo ir a mi casa. Ni mi auto se creyó ese bolazo.
Con la excusa de buscar un baño porque no llegaba a mi casa, me meto en el Hyatt que quedaba de paso.
La verdad que hacía mucho tiempo que no entraba al Casino. Busque una barra que sabía haber en mis tiempos de gloria. Pero el juego arruinó lo poco que quedaba de bueno en ese lugar. Maquinitas inmundas por todos lados. Solo faltaban en el baño.
Camino y camino pero nada. Solo pude meterme en el salón donde había un grupo tocando algo parecido a la salsa o merengue, pero en verdad, los que tenían un merengue bárbaro eran los que cantaban que no se les entendía un carajo.
La verdad que tenía ganas de perderme en alguna barra, para dejar de sentir ese dolor que no me visitaba desde la secundaria. Estaba solo y tenía que empezar a darme cuenta, que esa persona que amaba, ya no está a mi lado compartiendo noches, tragos, fiestas... Se fue mi par y con ella mi seguridad. Una seguridad que la olvidé con alguna que otra prenda dejé sin querer queriendo, en su casa.
Nada me gustaba. Lo único que veía era gente desquiciada metiendo monedas a las máquinas… ¡Como putas no dejaron la barra para chupetear algo!
Me voy y en el camino hacia el auto, que al no haber lugar, lo tuve que dejar a tres cuadras, veo un edificio que me resultaba conocido.
- ¡Gloria! - digo sorprendido y en voz alta.
Recordé a una vieja amiga que sabía cobijarme en momentos como en los de hoy. No se que había entre nosotros en aquellos tiempos, pero siempre nos hicimos un lugar para cuidarnos.
- ¿Quién? - dice el portero eléctrico
- El Niño - digo temeroso
- ¡Me estás jodiendo! ¿el Niño?
- El mismo
La puerta se abre...
Por más que me digan cuál es mi destino, jamás renunciaré a la idea de desafiarlo, darle batalla, aun sabiendo el resultado.
Quién dice que falle la matrix, y yo encuentre a mi media naranja.

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