lunes, 11 de mayo de 2009

Una travesura llamada Sexting



El domingo pasado asistí al cumpleaños de mi mejor amigo mendocino.
Algo íntimo, para pocas personas. Un asado como Dios manda me estaba esperando en la casa del Pelado. Mejor dicho en la casa de su hermana, ya que él, al igual que muchos, fue asesinado económicamente por su ex en la “Batalla del Divorcio”. Ahora su cuñado y su hermana, lo alojan temporalmente, hasta que la plata los separe.
Llegué temprano. La mesa aun no estaba puesta, pero se veía algo larga para lo que yo suponía. Me acerco a la parrilla y constato que la carne era superior a la parrilla. El asador, que era el cuñado del pelado, se prende conmigo para sacarle algunos trapitos al Pelado y divertirnos con su reciente liberación de las fuerzas del mal.
La joda iba a ser grande. La hermana traía una caja llena de platos y cubiertos.
- ¿Si quieren puedo traer la bebida?
Digo con ganas para encontrar un vaso de vino mendocino.
- Juan, traele uno de tus vinos a este porteño. Así aprende lo que es bueno- grita el Pelado a su cuñado, que entre otras cosas, además de marido perfecto, es enólogo.
Esta demás decir que, cuando empezó a caer gente al baile, yo ya tenía los ojos con un brillo bien delatador.
Los 40 años del Pelado, me auguraba un buen momento con gente piola. Sacando a su ex, todo su entorno es muy bien seleccionado y si algo sabe mi amigo, es qué gente elegir para cada momento. Así que me relajé. Unas copas de más, no me iban a dejar mal parado.
Después de hablar en forma verborrágica –algo que suele hacer el vino blanco con mi lengua- me doy cuenta que estoy sentado con gente demasiado joven, mientras que los más grandecitos, estaban en la otra punta de la mesa.
- Y vos, ¿a qué te dedicas?
¡Pregunta de mierda si las hay! Con apenas 34 años, tenía que exponer a un grupo de adolescentes, mi temible oficio de escritor.
- Escribo artículos para diferentes medios de comunicación.
- ¡Ah! –comenta la más linda de todas- Sos el escritor, ¿cierto?
Esto ya me empezaba a sonar una cama de mi amigo.
- Algo así – comento con cara de pocos amigos.
- ¡Sí! Sos el del blog. He leído tus escritos – comenta otra de las doncellas.
Levanto mis manos con los cubiertos en mano, como diciendo “Me descubrieron”.
Ellas empiezan a reír. Yo empiezo a putear a mi amigo por lo bajo.
- Chicas, ¿quién hará la pregunta del millón?
La carcajada, hacen que hasta los del fondo prestaran atención.
- ¡No! Por favor.
- Daleeeeee – corean todas al unísono.
El pelado, desde la parrilla, empieza a alentar a todos con sus aplausos para que largue prenda.
- ¡Qué lo di-ga!… ¡Qué lo di-ga!… ¡Qué lo di-ga!
- Es ficción, ya lo he dicho antes, es ficción.
- Uhhhhhhhhhhhhhh – corearon todos. Seguido de muchas risas.
La carne se empezaba a servir y el anfitrión se acercaba plato por plato. Eso calmó las ánimas de La Tejedora. Y yo dejé de transpirar.
- Acá te dejo este pedazo que esta bien jugoso – me dice el Pelado.
Luego se acerca al oído y remata con una frase que espero no la haya escuchado nadie.
- Dejate de joder con las mamis, y empezá a degustar el sabor de una verdadera carne tierna… ¡Carne Argentina!
Me puse de todos colores. Es cierto que mis gustos siempre superan mi edad, pero es prioridad para mí, que además de tener un buen lomo, tenga buenos comentarios a la salida de un cine, o en una cena, o después de una buena noche carnívora.
Con el correr de las comidas y las rondas de alcohol, una de las chicas empieza a hacer buenas migas conmigo.
Una morocha muy linda, joven y aunque parezca injusto, inteligente. Nos reímos mucho. Y parece que la hermana del Pelado se dio cuenta, ya que en una de las miradas a la parrilla, observo como cuchicheaban los dos, como si todo hubiese estado planeado.
- ¿Me das tu número de celular? – dice ella, algo alegre.
Por supuesto accedí. Le di mi número y agendé el de ella. Acto seguido me levanté y me fui al rincón de los hombres, que ya me estaban esperando.
Anécdotas incontables y risas desmesuradas, hacías que las mujeres se preguntaran de qué hablábamos.
De repente siento que mi celular vibra. Un mensaje de texto. Miro hacia todos lados. Era de ella, mi compañera de cubiertos. Pero no la encontraba en ninguna parte.
- ¿Pasa algo, papá? – dice uno de los amigotes que animaban la fiesta.
- No, nada. Nada importante.
Abro el mensaje exagerando una cara de “¿quién se atreve a joderme a esta hora?”. La torta de mi celular se demora más de lo previsto. ¿Un mensaje tan largo?, pensé yo.
Se abre. Una foto de ella mostrando sus pechos, hace que lo cierre inmediatamente. Miro a la hermana del Pelado y se estaba riendo junto a su marido. No se por qué la miré, pero sospeché que todo era una joda.
Me hago el boludo y vuelvo a abrirlo. Quizá el alcohol me esté pegando más de lo normal.
Efectivamente era ella. Su cuerpo era más curvoso que lo que insinuaba su vestido negro. Volví a cerrarlo, pero no sin antes leer el mensaje, “ahora te toca a vos!”
No se cómo, pero el alcohol ingerido se me escurrió por algún lado, porque mi sobriedad afloró junto con las gaseosas que ahora recorrían las mesas, a falta de cerveza y vino.
Veo al pelado solo en un rincón tratando de destapar al corazón de una chica y corro con el fin de hacerle una sola pregunta.
- ¿Tu baño es con azulejos verdes?
- ¿Qué?
- Dale boludo, decime.
- Sí, sí, creo que sí, pero ¿qué te pasa?
Lo dejo hablando solo, o mejor dicho con su chica. Y empiezo a armar mi coartada para huir de la casa.
Busco a mi grupo, pero ahora estaban todos dispersos, como buscando a sus parejas en medio de un asalto (baile que se hacía en la preadolescencia). De repente siento su perfume detrás de mí. Me doy vuelta y ella tratando de no reírse mordiendo su labio, ataca de nuevo.
- ¿Y ahora que vas a hacer?
- ¿Hacer qué? - digo enojado.
- ¡Ja, ja! Resultaste ser más inocente de lo que dicen tus escritos.
La miro desconcertado. Me estaba apedreando, y no sabía como reaccionar. ¡No tenía más de 18 años!
- A ver, plan “A” jugar conmigo y hacemos un rato de sexting, plan “B” escribir sobre esta anécdota.
- Plan “C”, huir de acá. – Le digo apurado.
La tomo de los hombros y con un beso en la mejilla, la dejo hablando solo aunque escucho sus últimas palabras.
- De todas maneras creo que he ganado
Me freno, doy media vuelta y no puedo evitar decirle lo que siento
- Lo que es seguro, es que mientras sigas usando estos juegos, jamás vas a ganar una noche de romanticismo.
Busco a la hermana del Pelado, a su marido y luego de unos saludos apresurados, salgo asustado para mi depto.
Aun no podía creer, ni entender que era esto nuevo del Sexting. ¿A caso esta ciudad está matando al romanticismo?
Sin dudas que mi susto, no era por ella, sino por empezar a sentir que una de las cosas más lindas que tiene esta vida, esta siendo ultrajada por un par de jóvenes con celulares.
Ya llegando a casa, en el semáforo de Cobos y Adolfo Calle, la nostalgia me invade. Abro mi celular y me tiento a mandarle un mensaje a La Tejedora. Al fin de cuentas, y más allá de sus agujas ¾, su romanticismo era como la lana para sus tejidos.
El semáforo se pone en verde y los 25 segundos que me otorga antes que se vuelva a poner en rojo, no me deja escribirle.
Ya en casa, luego de buscar información en Internet sobre este fenómeno, que atenta contra mi romanticismo, me decido por el plan “B”.
Escribir esta historia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jaja salimos corriendo por las dudas de una supuesta joda? jaja yo hubiese hecho lo mismo antes de las risas prefiero pasar por tímida. besitos