sábado, 9 de mayo de 2009

Taller Literario


Llego tarde. Encima que soy nuevo, me involucro cuatro clases después. Doce personas son las que están atentas a las palabras del orador.
Sin hacer demasiado ruido, trato de llegar al grupo de amigas que me alentaron para que hiciera este taller. Pero es imposible, así que me arrincono en un pupitre al lado de la puerta y lejos de todos.
El aula parecía devastada por una cantidad de alumnos muy superior a la de los bancos. El olor a encierro me hace acordar a mis años de adolescencia en el normal Nº1 de Trelew. Las manos me transpiran como si fuera a dar un examen.
El profesor termina de hablar y me da la bienvenida.
Todos saludan amablemente y yo me quedo absorbido por la mirada de una morocha que destellaba ansiedad por conocerla.
Casualmente estaba sentada al lado de mis amigas. Ahora me cierra todo. El tema no era perfeccionar mi escritura, sino conseguir inspiración. Pero estaba claro que no a través del profesor, sino de la amiga solterona que tenían en común.
En dos párrafos muy breves, el que estaba levantando una suma de 2600 pesos por mes dictando la clase, me explica lo que fueron haciendo a lo largo del mes.
- ¿Quién quiere leer el escrito que había que hacer para hoy?
La morocha carraspea pero el joven sentado delante de ella le gano de mano.
Un texto brillante, un verdadero iluminado pero que sin dudas le faltan años para que se de cuenta de su potencial, si es que llega ese “algún día”.
Todos aplaudimos. El profesor intenta ser imparcial, ya que tenía que repartir elogios para todos.
Un Ingeniero sentado estratégicamente empieza a hacer preguntas absurdas. Mis amigas ya me habían prevenido de este personaje que se niega a ser lo que es y se anota en talleres como éste.
El profesor, intenta recordar el aporte que ese profesional invierte en la causa y le contesta rápido y conciso para que sus preguntas no contaminen al resto.
- Mercedes, creo que querías leer tu escrito – le dice el profesor a la morocha que ahora con nombre propio, vislumbra mis ojos.
- En verdad, y después de escuchar lo de recién, lo mío creo que es de infantes.
Todos ríen, pero yo la sigo observando sin pestañar. Y ella se da cuenta, y mis amigas también.
- Todos tenemos que empezar alguna vez. Dar el primer paso. Creo que hay mucho potencial en esta aula y quiero descubrirlo- Comenta el profesor.
Mercedes esboza la tarea de la semana. La misma consistía en redactar un acto del día. Cualquiera, pero con suficientes fuerzas y energías como para darnos cuenta que a veces, el tiempo se detiene lo suficiente para poder observar y describir un momento como solo los escritores suelen hacerlo.
Cuando ella levanta la mirada de su hoja, soy el primero en aplaudir para seguir con el ritual del aliento a cada uno de los presentes. Aunque reconozco que había también algo de interés, más allá de lo fresco del escrito.
- Lo mío es un robo.- dice ella tímidamente
Todos ríen con el comentario de la autora.
- Si es por robar, tendríamos una larga lista de autores, empezando por los de autoayuda.
Su comentario me molesta de principio. En ese lugar es muy arriesgado arrojar un comentario de semejante tenor. Un tenor que me pareció más graso que Light.
Levanto la mano algo enfadado y mis mejillas sonrojadas de la calentura.
- Usted cree que todos aquellos que publican un libro con algo de inmadurez literario, ¿roban?
El profesor se dirige hasta su pupitre para dejar bien claro cuál es el orden de mando. Yo me atrinchero en mi pupitre y dejamos que comience la balacera.
- No es que roben, pero el común de la gente confunde literatura con estos autores de turno.- arroja con altanez mientras se pon unos anteojos que lo hacen mas intelectual.
- Usted dijo que roban y para mí, aquel que edita su libro, más que ladrón es un valiente.
- También hay ladrones valientes- dice el profesor, mientras se arremanga las mangas de su camisa.
- Seguro estamos de eso, como también sabemos que no existen escritores cobardes.- comento algo sacado y en un tono que nada tenia que ver. Más en mi primer día de entrenamiento.
El profesor hace un alto el fuego y se da cuenta que sin querer se puso a batallar en una guerra a la cual no era invitado desde hacía mucho tiempo.
- ¿Alguién puede decirme a que viene todo este rollo?- comenta distraído para llamar a la calma.
La risa volvió al aula y todos nos distendimos. Vuelvo a levantar la mano.
- Solo quise defenderme o mejor dicho defender a Mercedes.
Todos volvieron la vista a ella que ahora se escondía entre sus papeles, mientras mis amigas hacían ruido como de gente que no quiere reírse.
- ¿Defenderla de que?
- De que entienda que escribir no es robar. Es un acto de valentía. Y por suerte o desgracia, esto no se aprende en ninguna universidad ni en ningún curso y mucho menos en un taller literario.- sonriendo para desorientar al maestro.
- ¿Entonces? – dice entre desconcertado y enojado.
- Entonces, sería bueno saber que para que un pecado sea concretado, como dice la Biblia, una de las condiciones es justamente saber que estamos cometiéndolo. Sino, no lo es.
El profesor ahora ríe, entendiendo mi juego.
- De ahí lo de tu enojo por mi comentario acerca de los escritores ladrones.
- Algo así. Yo creo que si nos creemos escritores, lo somos. Que después no salgan las cosas como nos gusta es otro tema. A caso Borges tiempo después de ser considerado un referente literario, ¿no compró toda la edición de su primera publicación y la quemó?
- Es correcto. Estaba avergonzado de lo que había publicado.
- Yo solo, con esto quiero decirle a Mercedes, que no deje de escribir y que jamás vuelva a pensar que sus escritos son un robo. Al contrario, éstos tienen que ser primero un regocijo para su alma y luego, si los quiere compartir que lo sean para los demás, o no. Da igual. Pero no por eso debe dejar de hacer lo que tanto le gusta y que a mi gusto, tan bien le sale.
Mis amigas aúllan y mis ahora compañeros de clase golpean los bancos.
Mercedes, que se encuentra en medio de las dos trincheras, no sabe si golpearme o darme un beso. Ambas elecciones con la misma intensidad. Amor y odio que le llaman por ahí.
- Entonces, ayudame a dejar en claro algo que creo entendimos, pero que seria bueno reforzarlo. ¿a que se debe tu estadía en esta clase?
- A buscar la técnica que usted, según colegas suyos, tan bien enseña.
- Gracias por la aclaración y el elogio.
- De nada. Sepa que es un honor estar en este taller para mí.
- Caballero, para no dejar a su soldado Mercedes, en medio de esta trifulca, ¿quiere decirle algo más? – guiándome un ojo para que de la estocada final.
Me levanto y mirándola de banco a banco le digo:
- Quiero pedirle si su próximo escrito quiere compartirlo conmigo en algún restaurant de velas rojas y luces tenues.
El salón estalla de gritos y euforias. Mercedes sonríe más sonrojada que nunca en años o meses –aun no lo sé- me hace señas como que después hablaremos.
El profesor ríe y antes de seguir con la clase, se me acerca al oído y me dice en medio del bullicio:
- No se si aprenderás la técnica para escribir, pero de lo que sí estoy seguro es que la técnica para sacarle el teléfono a la chica que todos venimos buscando, la aprendimos hoy.

2 comentarios:

Ya lo sé, estoy loca... dijo...

Elián, me encantó tu blog! Yo también te voy a seguir. Gracias x pasar y suerte con la morocha. Besos!

Anónimo dijo...

Jaja me encanto, que facilidad dios mio te enfrentaste a todo, sólo por su teléfono, que capacidad y que valentía yo no lo hubiese hecho la verdad! jaja saludos!