viernes, 24 de abril de 2009

Otra Vez al Diván

Mucho tiempo pasó, desde que estuve con mi psiquiatra. Y muchas cosas me han pasado en ese lapso donde la Ritalina abandonó mi cuerpo para hacer estragos con mi vida.
La alegría al vernos, fue mutua. Una sonrisa pícara nos abrazó y nos acomodó a cada uno en uno de los sillones.

- Esta distancia que dejás entre tu sillón y el del paciente, ¿es por si alguno se te hace el loquito? – pregunto descontento por la frialdad que eso significaba.

El Dr. Larga una carcajada.

- Siempre el mismo vos. ¿No cambias más, eh?
- Ni con toda la Ritalina del mundo.
- Eso sería mucho.
- Depende – digo dudoso.

Ahí nomás el Dr. Se pone los lentes de lectura y entiendo que sin querer o queriendo empieza la terapia.
Por supuesto que abandonar el tratamiento y volver al año, no era fácil de explicar en breves oraciones. Mucho menos siendo una persona tan verborrágica como yo. Así que mi amigo y Dr. se toma mas de una hora para tratar a este loco lindo, que hace con sus escritos, un momento de lectura rápida y amena, cuando el poder del ojo marrón lo llama al trono.

- Te hago una pregunta, lo que escribis, ¿es todo cierto?

Lo miro como si se me desenfocara de mis lindos anteojitos seductores.

- No se por qué, Dr. Me suena que su pregunta poco tiene que ver con el tratamiento.
- Por favor, todo tiene que ver con todo – enseñando una sonrisa por uno de sus costados de la cara.
- Entonces, la publicidad que dice: un amigo es un psicólogo, ¿es cierto?
- En realidad, un psicólogo puede ser un amigo, pero en este caso, soy tu psiquiatra.
- Mmm –mirándolo con ojos de chino- Me parece que Ud. está abusando de ese diploma que tiene en la pared.

Ambos nos reímos. Y el empieza a recordar algunos pasajes de mis historias blogueadas.

- ¿Por qué todos me preguntan que hay de cierto y que de verdad, Dr?
- Porque tenemos la posibilidad de hacerlo. Con un libro es imposible dar con el autor.
- ¿Y si el que pregunta es el psiquiatra del escritor, mucho mejor?

Las carcajadas ahora hacían encrespar los nervios de los que esperaban al otro lado de la puerta.

- Mire, eso es algo que me lo voy a llevar a la tumba. Mi respuesta genérica es la siguiente: Conoces el principio de Pareto, 80/20? Bueno, igual.
- Pero no todos son del mundo comercial, como vos, para saber sobre esa regla.
- Obvio, para eso existe ¡Google!
- Entonces es 80 por ciento verdades y 20 por ciento ficciones, ¿o al revés?
- Usted no ha sido sobornado por La Tejedora, ¿cierto?
- Entonces, ¿existe? – ambos volvemos a reír pero ahora tapándonos la boca.
- Volviendo al tema, necesito pedirte que esta vez, no dejes el tratamiento. Vos tenes que pensar que tu cerebro es como un disco rígido que falla. No es un virus ni un gusano informático, simplemente falla. Lo cual se soluciona con una simple pastilla y con la ayuda de unas simples tareas, que ya sabes cuales son.
- Buena analogía Dr, diría mi amigo el Pelado.
- Si miras tus posteos, te das cuenta de cómo sube y baja tu TDA (trastornos de atención). Hay meses que te desgracias escribiendo y otros, que nada.
- Prometo incorporar esas pastillitas a mi dieta diaria.

Luego de unos consejos sanos de un Dr. que realmente sabe del tema en Mendoza, se levanta y se dirige hacia uno de los rincones del consultorio, para ir en busca de unos remedios.

- Disculpeme Dr, pero usted…
- ¿Si?
- Usted es un hijo de puta
- ¿Y esa conclusión? ¿Puede explayarse por favor?
- Si, por supuesto… Tras que, los que venimos y nos sentamos en este sillón, alejados del que sabe, tenemos que someternos a la difícil pregunta de entender si ese mueble que usted tiene, está con todas las patas muy torcidas, o es que nosotros ya vemos boludeces.

No puede evitar volver a reírse.

- Lo hace a propósito para no darnos el alta nunca y usted puede seguir llenado sus arcas, ¿cierto? ¡Confiese! – digo muy gracioso pero con cara de sacadito, a lo Brad Pitt, en la película 12 monos.
- Me hiciste acordar que también debo darte unas píldoras para la fatiga cerebral.
- ¿Por qué, Dr?
- ¡Porque estas hecho MIERDA!

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