jueves, 23 de abril de 2009

El buey solo bien se lame

Así me dijo un día mi padre, en uno de esos viajes a Quilmes a ver unas tías abuelas turcas (en realidad árabes). El Ford Falcon modelo ´71 nunca taxi, que en realidad develó su verdadera identidad al rascar un poco pintura negra del techo, fue la calabaza que hizo que nuestro almuerzo dominguero, se convirtiera en Fatay, Kepe crudo, cocido, fideos con estofado, vino de damajuana para los más grandes y agüita fresca para los más chicos. (¡minga gaseosas!)
El Felipe (pan de mesa) era nuestro aliado a la hora de esperar todo ese manjar que las tías ofrecían como muestra de amor, ante un viaje que solo su sobrino era capaz de hacer para mantener a la familia “unita” (ya que todas estaban casadas con tanos de pura sepa).
Obviamente la radio era AM, nada de FM y mucho menos de MP3 o cd. A lo sumo un casette de Valeria Linch que hacía que la humanidad se fuera del cuerpo para no escucharla acompañada de los cánticos de mi santa madre.
Pero era domingo y tipo 11, lo único que se escuchaba por ley eran los partidos del campeonato metropolitano (eternos) donde Racing convertía a mi padre en el mayor irónico de los hombres. Entonces, ahí aparezco yo, con todo el TDAH que podía generar mi cerebro.
- Papá, ¿por qué se casaron ustedes? – pregunto distraídamente.
Esa mañana mis padres habían discutido. El calor de un verano porteño no ayudaba y mis preguntas en el momento menos indicados, tampoco.
-¡Ja! – dice mi madre- Respondele a tu hijo- Mientras da vuelta la cara contra la ventanilla para dejar bien claro que estaba muy enojada.
Mi padre se rasca el bigote que lleva desde su casamiento (y nunca me quiso decir porque lo usaba) y saca lo peor de sí.
- Hijo, el buey solo bien se casa, esbozando una sonrisa para llamar la atención de su amada esposa.
Me quedo mirándolo. Con 9 años, apenas sabía preguntar. Estaba claro que la batalla no era la mía pero igual seguí molestando.
- ¿Mami, que quiso decir? Colgándome del hombro de una forma cargosa como solo los hijos lo saben hacer
- Mirá hijo, te voy a enseñar algo.
Mientras mira a su marido con ira y disfrutando como le dejó la pelota picando para hacer un golazo de media cancha.
- El hombre solo, vive como un rey, pero muere como un perro.
Volviendo ahora su cara hacia la radio para apagarla. Demostrando que aun manda ella.
Actualmente vivo solo y me pregunto, si esa charla de domingo con mis padres, fue la que me llevó a tantos amoríos desencontrados.
De todas formas, vivo solo y como dijo mi papá, vivo como un rey, pero tampoco quiero morir como un perro.
Ahora solo resta encontrar a mi reina, para que la profecía de mi madre no se cumpla y yo, vuelva a ser un hombre, como mi padre en ese Falcon 71.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Igual vivo solo y que bien vivo... que felicidad. A veces creo que los hombres nacimos para estar solos como los lobos que cazan en las estepas.