viernes, 17 de abril de 2009

Daño Colateral



Tenía apenas 18 años cuando decidí empezar a trabajar a cambio de no estudiar. El sólo hecho de pensar en tener que estar 4 o 5 años en un mismo lugar estudiando, me mataba. Decir que tenia TDAH en ese momento, era como contar que eras astronauta. Ni mis viejos iban a creer en ese diagnóstico. Así es que mi vieja optaba por la psicología del cinturón –aun siendo jugador de rugby- Pero era mi vieja, y un cinturonazo o la simple amenza dolía más que cualquier tacle de atrás y a los pies.
Pero mi otro yo se negaba a estudiar. Realmente no sé cómo terminé el secundario. Apenas con 15 años me asocié con un analista de sistemas, pusimos una casa de computación y ganaba mis manguitos: pero mi viejo, ni lento ni perezoso, al sospechar mi jugarreta, acudió a una simple frase: “Sí te llevas una materia, la casa de computación te la meto en el orto”. Así eran ellos. De pocas palabras, pero muy sabias para que lograra mi título de bachiller sin llevarme una sola materia.
Pero ya tenía 18 años. Mis hormonas estaban más alteradas que nunca, no tenía clonazepam, y mucho menos la mágica pastilla llamada Lexapro –si hay algún laboratorio que quiera auspiciar mi blog, bienvenido sea-, así que decidí encarar a mis viejos y decirles que lo mío era trabajar.
·"Estudiar" era una palabra que le asentaba muy bien a mi hermano. La naturaleza no había sido equitativa con nosotros. Y eso nos convirtió en el día y la noche. Pero hermanos al fin. Así que me tocó ser la oveja negra. El hijo descarriado, contrera, fanático de Boca –una de mis decisiones más asertivas- cuando todos eran de River.
De alguna u otra manera siempre sobresalía. Para bien o para mal, pero era mi esencia. Así que tuve que dar la nota un domingo de pastas caseras.
- ¿Ya pensaste nene qué vas a hacer con tu vida? – dijo mi hermano, que me lleva tres años y con un futuro brillante como comunicador social.
Mi mamá miró a mi viejo, como diciendo “decí algo”. Pero él sólo puso cara de cansancio, ya que ser bancario de lunes a viernes y administrador de edificios los sábados, era una tarea demasiado estresante como para también tener que lidiar con el menor de la familia.
El horno no estaba para bollos, entonces quise esquivar el misilazo de mi hermano argumentando que no era mi padre para hacerme esa pregunta.
Mi vieja, tomando las cartas del asunto y aprovechando que el tema estaba servido en la mesa, apaga la tele justo cuando iban a dar la formación de River, en el recordado programa “Polémica en el Fútbol”. Las gallinas gritaron al unísono su disconformidad.
Mi vieja, con tres hombres en la casa, estaba harta de la pelota, de Víctor Hugo, Maradona, los suplementos deportivos y vaya a saber cuantas cosas más.
- A ver hijo mío, qué vas a hacer con tu vida. ¿Ya sabes lo que vas a estudiar?- Mirando de reojo a su marido para que tome la posta.
Obviamente estaba claro que de trabajar ¡ni hablar!. La pregunta fue más incisiva que la de mi hermano.
Mi viejo se limpió los bigotes, tomó un trago de vino y esbozó con algo de poder:
- Respondele a tu madre nene, así nos da de comer – empezando a reirse y descomprimir el tema.
La reina de la casa se enchinchaba y yo aprovechaba para tirar la bomba.
- ¡Voy a trabajar!
El silencio fue unánime. Mi hermano viendo la catástrofe que se avecinaba, manotea el Pagina 12 para esconderse.
Mi madre creía que era una joda y aprovechó para salir en busca de una cuchara para servir. Pero mi viejo no pensó lo mismo. Se le borró la risa de un plumazo y empezó con su discurso que todos los hijos sabemos.
Ya en la sobremesa, luego de que me sangraran los oídos, mi hermano preguntó si podía encender la tele.
- Sí hijito – dice mi vieja, tratándolo como a un niño mimado, obviamente porque “estudiaba”.
- Igual voy a trabajar – expresé en voz alta pero sin mirar las caras que ahora apuntaban a mí.
- El que te jodés sos vos solito – dijo mi vieja con tono amenazante, mientras levantaba la mesa con bronca.
- Mañana me toman una prueba en una multinacional. – Arrojé para que me dejaran tranquilo.
Todos me volvieron a mirar, pero ahora desorbitados.
- Bicho hace algo por favor – fueron las pocas palabras que pudo pronunciar mi madre a su marido.
- Y qué querés que haga. Es tu nenito– haciéndome un gesto como que después hablaríamos, pero ahora con cara de amigos.
Mi vieja se volvió, como si hubiese visto nuestras caras de cómplice y arrojó enfurecida:
- ¡Ustedes son dos Boludos!
Luego retó a mi hermano por tener el volumen alto de la tele y se fue a acostar, previo cuarto de Astisol (un anti alérgico que usaba ante la falta de conocimiento de la existencia del afamado Clonazepam).
Mi viejo me hace señas para irnos y me dijo en voz baja:
- Acompañame a buscar helado, así la mami se calma.

A partir de ese momento me dí cuenta de dos cosas. La primera fue que mi viejo me demostró que ya era todo un hombre y como tal, me respetaba y apoyaba en todo lo que decidiera hacer en mi vida. Y la segunda fue que si tus hijos tienen TDAH o algo parecido, el clonazepam lo tomen todos y no uno solo.

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